Las emociones son un indicador, un testigo que nos muestra cómo nos afectan las situaciones y personas que nos rodean, o mejor dicho, cómo son interpretadas por nuestros pensamientos. Las emociones reflejan nuestros pensamientos en el cuerpo. Por ejemplo, nos sonrojamos cuando aparece la vergüenza, sudan las manos debido a la incertidumbre o a estados de nerviosismo y se nos agita la respiración cuando sentimos ansiedad o nos hemos disgustado. Son muchos los ejemplos.
Una de las claves es interpretar las emociones como información que nos indica si lo que acontece nos es favorable o desfavorable. Visto esto, la información es neutra por lo que en cierto modo las emociones no son ni positivas ni negativas, ni buenas ni malas, son códigos que nos ayudan a identificar si estamos ante algo que nos adapta al medio o que hay que modificar.
Primero; Identificación.
Desde la perspectiva de la inteligencia emocional nos muestra que lo primero que hay que hacer es identificar las emociones y sus matices. Para ello debemos permitirnos observarlas y sentirlas cuando aparezcan, de esta forma nos familiarizamos con los matices, las sensaciones y las reacciones en nuestro cuerpo. Esto en sí, ya es un ejercicio muy interesante.
Segundo: Negación y evitación.
La tendencia cuando las llamadas emociones negativas o difíciles aparecen, es la negación o la evitación. En el primero de los casos, consideramos que lo que ocurre no va con nosotros y en la evitación simplemente pasamos a hacer cosas que en cierto modo nos anestesian para no tener que sentir el impacto que suponen. De esta manera nos enfocamos en actividades o conductas que nos reportan sensaciones más agradables. En los casos más extremos estas necesidad de anestesia lleva a adicciones como el juego, la comida, las sustancias psicoactivas, etc.
Tercero: Escucha y asimilación.
Para el correcto manejo de las emociones difíciles debemos “sentarnos” con ellas, darles cabida en nuestro momento presente y sentir la información que nos quieren transmitir. Normalmente cuando se les escucha, su intensidad va disminuyendo para con el tiempo desaparecer. Si por el contrario nos resistimos a ellas parecen reaccionar con una mayor intensidad volviendo la situación cada vez más incomoda. Esto sucede porque su información no ha sido aceptada ni asimilada por nuestra parte.
Para practicar la manera de familiarizarnos con las emociones difíciles os adjunto una práctica que realizada de manera habitual nos permite ir mejorando la relación y la gestión de las mismas. En este ejercicio se aúna la eficacia de las técnicas de atención plena con la competencia en inteligencia emocional.
Gracias.
Gestión de las emociones difíciles
Deja una respuesta