Un conejo es un animal muy especial. Da grandes saltos, pero también puede estar tranquilo, sentado y muy quieto. Se da cuenta de todo a su alrededor, pero no reacciona sin sentido y respira con profunda calma.

El conejillo no se cansa, y no se deja llevar por todo lo que le pasa por la cabeza mientras pacientemente permanece inmutable. El animal está muy quieto mientras respira pausada y tranquilamente. Su abdomen se eleva y después se hunde. Nosotros también podemos hacer lo que hace el conejillo. Lo único que necesitas es atención plena. No es otra cosa que permanecer atento a tu ciclo respiratorio. Atención a la inspiración, atención a la espiración y mantener la calma. Es algo tan natural y sencillo que nos acaba pareciendo complicado. Si no hay pasos, técnicas, metodología, es como si no sirviera. La realidad es que es así de sencillo. Imita a la naturaleza, ahí es donde está la clave. Imita a este conejillo, no hay más. Ya tienes la mejor práctica; intención, atención, observación y tranquilidad.
Resultado;
Con este ejercicio realizado de forma regular (sí, exacto, hacer lo que hace el conejo..), verás como mejoras la concentración y ejercitas la memoria. En lugar de reaccionar por impulsos, verás que sin proponértelo, respondes adecuadamente en cada situación y haces lo más conveniente en cada momento. A la vez trabajas tu mundo interior, sin negar ni reprimir nada, sólo observando y permitiendo, fluyendo con lo que es.
Haciendo esta “práctica” con regularidad, verás como podrás volver a estar plenamente presente en cada momento. Cuanto te das cuenta de que estás distraído, vuelves, y prestas atención al ahora con apertura y curiosidad. Puedes regresar a la respiración y a la atención las veces que sea necesario. La atención siempre va a estar ahí.
Deja una respuesta